Junto con neumáticos y frenos, los amortiguadores son dispositivos básicos de la seguridad activa de nuestro vehículo. En esencia, son los elementos encargados de mantener las ruedas de nuestro vehículo “pegadas” a la carretera. El amortiguador absorbe las irregularidades que pueda presentar la carretera y equilibra las inercias que se generan sobre la marcha para asegurar nuestro confort.
Cuando nuestros amortiguadores no se encuentran en buen estado, podemos encontrarnos con los siguientes problemas:
La distancia de frenado aumenta al no poder mantenerse un buen contacto entre las ruedas y el asfalto.
Con carreteras mojadas, al formarse charcos, aumenta la posibilidad de sufrir aquaplaning.
Los viajes en nuestro vehículo se hacen más incómodos, disminuye el confort.
Aparte de cuando sea necesario un cambio de amortiguadores por otros motivos, seguramente sea precisa su sustitución cuando detectemos alguno de estos problemas:
El coche se “hunde” en su parte delantera al frenar.
Pérdida del control en las curvas ante condiciones normales.
La distancia de frenado aumenta ante condiciones normales.
Balanceo de nuestro coche con viento lateral.
Al empujar con fuerza hacia abajo el capó de nuestro vehículo, se produce más de una oscilación al soltar en la parte delantera hasta que recupera la posición original.
Además, muchos conductores desconocen que es recomendable revisar periódicamente el estado del sistema de amortiguación, al menos cada 30.000 km.